Micaela Bastidas Puyucahua, una joven de belleza singular, nacida en Tamburco, Perú, a mediados del siglo XVIII. Su estirpe andina y genes afroespañoles se manifestaban en un rostro que reflejaba la fuerza de las montañas y la calidez del sol.
A pesar de ser apodada despectivamente como "zamba" por sus enemigos, Micaela poseía una gracia natural y un porte elegante que la distinguían. Su figura esbelta, su andar cimbreante y su sonrisa encantadora no pasaban desapercibidos.
Un encuentro fortuito
En 1760, un joven José Gabriel Condorcanqui, futuro líder indígena conocido como Túpac Amaru II, se encontraba en Abancay con un grupo de arrieros. Al verla caminar por las calles del barrio de Miscabamba, quedó cautivado por su belleza y magnetismo.
José Gabriel, un joven educado en el Colegio para Caciques, describe su flechazo en versos:
"Te encontré al norte del Colcaqui como saliendo del paraíso; estabas entre los patis frondosos y tuyas cantoras, en los rayos de un sol con arreboles; en ese momento, un prodigio se abrió a mis ojos y las intimpas me dieron la bienvenida con el abrazo de sus hojas punzantes, de su verde azulado profundo y amoroso”.
El flechazo
Enamorado, José Gabriel la llevó al Cusco para convertirla en su esposa. Micaela no solo se convirtió en su compañera de vida, sino también en una aliada fundamental en la lucha por la justicia social y la reivindicación de los derechos indígenas.
Micaela Bastidas: Más que una "zamba"
Su belleza era solo un reflejo de su espíritu indomable y su compromiso con la causa. Su liderazgo y valentía la convirtieron en una figura legendaria, símbolo de la resistencia indígena en el Perú.
La historia de Micaela Bastidas es un canto a la belleza, la rebeldía y la lucha por un futuro mejor.