Por: Miguel Lagos
El reconocido comunicador Phillip Butters ha iniciado su carrera política con notable ímpetu, acaparando espacios en diversos medios a medida que se acerca la definición de la locomotora electoral de Avanza País para el 2026. Sin embargo, más allá de su proyección individual, surge la interrogante sobre el impacto de su posible candidatura en la ya fragmentada derecha peruana, y si su "sello personal" podría fortalecerla o, por el contrario, profundizar sus divisiones.
A pesar de haber mostrado cierta apertura en temas como la Unión Civil entre personas del mismo sexo —un guiño que podría reducir el sectarismo en sectores conservadores—, el punto débil de Butters, según analistas, podría radicar en un factor degenerativo de la sana política: la soberbia y la incontenible vanidad.
Liderazgo fuerte vs. liderazgo vanidoso: Un dilema histórico
Desde la antigüedad, filósofos y teóricos políticos han advertido sobre los peligros de que personas con una alta carga de egocentrismo persigan el poder. Existe una diferencia fundamental entre un "liderazgo fuerte" y un "liderazgo vanidoso" en la acción política. La historia, con ejemplos como el de la expresidenta argentina Cristina Kirchner, ha demostrado que los líderes vanidosos pueden generar serios riesgos para la gobernabilidad y el bienestar de un país, especialmente en contextos de constante degradación política.
Un presidente egocéntrico, más enfocado en su imagen y legado personal que en el bienestar colectivo, tiende a tomar decisiones unilaterales. Ignora el consejo de especialistas y la opinión ciudadana, lo que puede derivar en políticas ineficaces, contraproducentes o incluso peligrosas. La vanidad politizada puede llevar a una concentración excesiva de poder, debilitando las instituciones democráticas y reduciendo los controles sobre el Ejecutivo.
Perú y la experiencia con liderazgos imprudentes
Los peruanos ya tienen experiencia con este tipo de personalidades imprudentes, sin obviar los caudillismos regionales y provinciales, que explican gran parte del entrampamiento, la "estanflación política" y la polarización actual. En el caso de un posible liderazgo con estas características en Perú, sería crucial observar cómo se relaciona Butters con otros sectores políticos, qué tipo de decisiones toma y cómo responde a la crítica y los desafíos durante la contienda presidencial. Esta observación aplica a todos los potenciales candidatos, sin importar su ubicación en el espectro ideopolítico.
La eventual candidatura presidencial de Butters será, sin duda, un gran reto para sus estrategas políticos y de marketing. Lo que a veces se percibe como una fortaleza, construida sobre una política de "lucha mal entendida", podría terminar siendo el elemento que descarrile su tren electoral, generando rechazo y escozor en un importante sector del electorado que valora una política racional basada en los consensos.
¿Podrá Phillip Butters trascender la "vanidad" para construir un liderazgo que genere consenso en un Perú polarizado?